Quería entender como funciona la musculatura del corazón humano, pero Kit Parker construyó una medusa artificial. Su creación, a la que llama «Medusoide» —mezcla de medusa y androide—, replica tan bien los movimientos de su equivalente vivo, que se atreve a calificarla de «criatura sintética».
El secreto estaba en construir un material que fuese capaz de replicar los movimientos de la medusa al aplicarle una corriente eléctrica. Hicieron crecer una lámina de células de la musculatura del corazón de una rata —que se contraen ante un estímulo eléctrico— y las combinaron con una capa de polímero de silicona —que le permite volver a su estado original cuando cesa la corriente—. Entre ambas conseguían una imitación perfecta de la forma y la función.
Parker estaba visitando un acuario cuando vio el movimiento de una medusa y le recordó al de un corazón. Se propuso el reto de construir una criatura que desafiase el punto de vista tradicional de la biología sintética —basada en la manipulación genética de células—. No quería fabricar una célula, sino «construir una bestia». Reclutó un equipo que incluía un bioingeniero experto en propulsión biológica y se pusieron a ello con una graduada del Instituto Tecnológico de California, que fue la responsable de realizar la mayoría de experimentos.
«Estoy sorprendido porque con muy pocos elementos —una base de silicona y células de rata— pudimos reproducir movimientos relativamente complejos, tanto de nado como de alimentación de las medusas», explicó John Dabiri, el experto en propulsión biológica y coautor del trabajo, publicado en Nature Biotechnology. Cuando se le aplica un campo eléctrico a la estructura, ésta se contrae rápidamente, comprimiendo el medusoide e imitando el impulso de las medusas vivas. Incluso crea una corriente que atraería comida a donde debería estar la boca.
El medusoide sólo es el primer paso, y los investigadores ya planean hacer otra. Esta vez, con células de corazón humano. Su intención es establecer un modelo en el que probar medicamentos cardiacos y su respuesta muscular. También proponen desarrollar nuevos modelos que puedan girar y desplazarse en un sentido determinado, o incluso incorporarle un «cerebro» que sepa dirigirlos de manera autónoma —hacia una fuente de luz, o de comida—. Sólo le quedará reproducirse para ser una auténtica criatura sintética.
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