La dehesa de Extremadura ocupa más de 46.000 hectáreas y es el mejor ejemplo de equilibrio natural entre la explotación de recursos y su conservación. Sus 139 ganaderías –55 situadas en la provincia de Badajoz y 84 en la de Cáceres– conviven con este singular paisaje, manteniendo y asegurando su supervivencia.
Para consolidar esta situación y hacer partícipe a la sociedad, la Consejería de Agricultura y Desarrollo Rural de la Junta de Extremadura y la Fundación Biodiversidad pusieron en marcha, en 2008, el proyecto «Somos dehesa: el ganado bravo como factor de desarrollo sostenible de los hábitats adehesados». Su fin no ha sido y no es otro que velar por la gestión sostenible de las dehesas, remarcar el valor del sistema adehesado como factor de desarrollo rural, conservar y proteger al toro de lidia en su hábitat natural y potenciar el desarrollo rural mediante actividades de agroturismo. Y es que, como ha señalado Miguel Ángel Murillo, coordinador del proyecto, «la dehesa es un agrosistema único en el mundo y el objetivo del proyecto es apoyar su biodiversidad a través de la ganadería de reses bravas».
«Por sus características propias, el toro necesita mucho espacio para desarrollarse (de una a seis hectáreas); lo que implica que la computación del suelo es menor y el ambiente es más tranquilo». Esta realidad tiene una repercusión positiva sobre el medio ambiente y la biodiversidad de la zona, ya que propicia el crecimiento de otras especies. En este sentido, Murillo llama la atención sobre la convivencia con ganaderías ovinas, bovinas y porcinas y otros animales en peligro de extinción –como el lince y el águila imperial–, la ayuda a la reproducción de otras especies como el conejo y su adecuación para el avistamiento de aves. «Es un ecosistema que no sufre ningún tipo de intervención. Al igual que el toro, se desarrolla en libertad y se mantiene libremente».
Por otro lado, José Luis Castro Jañez, director de la Asociación Nacional de Mayorales ha explicado a este semanario el proceso de crianza de un toro de lidia. En este sentido, las palabras libertad y tranquilidad son las que mejor definen su vida en el campo. Disfruta de grandes extensiones de terreno, se alimenta fundamentalmente de pasto y es controlado exhausitivamente a nivel sanitario. Si se comparara con otros animales, como las vacas de carne, llamaría la atención la diferencia de edad a la que ambos son sacrificados, ya que el toro suele vivir de 4 a 6 años, mientras que la vaca no supera los 18 meses.
Además, si el toro goza de libertad y grandes espacios, la vaca de carne al igual que la de leche se cría en entornos mucho menos espaciados y, en ocasiones, se les conduce automáticamente a un recinto de cebado con alimentos orientados exclusivamente a su rápido engorde.
Además, si el toro goza de libertad y grandes espacios, la vaca de carne al igual que la de leche se cría en entornos mucho menos espaciados y, en ocasiones, se les conduce automáticamente a un recinto de cebado con alimentos orientados exclusivamente a su rápido engorde.Dentro de la dinámica de crianza natural otra actividad, cada vez más común, es su ejercitación en correderos. «Normalmente se les pone la comida en una parte de la finca y el agua en otra para que tengan que moverse obligatoriamente, pero ahora también se les musculiza haciéndoles moverse por un circuito bajo la dirección de caballos», asegura Jañez.
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