"No es ninguna utopía", afirma Alexandre Marciel, el responsable del alumbrado del Ayuntamiento de Toulouse, en el Midi-Pyrénées francés. En su localidad, la playa bajo los adoquines de aquel mayo del 68 es hoy cables y baterías. Los tolosanos ya no sólo caminan por la Rue du Colonel Pelissier, ahora sus pasos generan la energía suficiente para iluminar la calle.
Toulouse es la capital europea de la aeronáutica y de las industrias espaciales y parece encaminada a liderar también la producción de energías limpias. "Nos dimos cuenta hace tiempo del derroche energético del que adolecía nuestra ciudad", recuerda Marciel, "y pusimos en marcha varias iniciativas".
Su último proyecto, aún en periodo de prueba, es la utilización de la energía cinética generada por los pasos de los viandantes para el alumbrado público. Para el miembro del Ayuntamiento, se trata de una revolución intelectual: "caminar se asocia normalmente con un empleo de energía, ahora se demuestra que también puede producirla".
Para crear electricidad a partir del movimiento, se valen de un principio básico en electricidad: la inducción magnética. Un imán que se mueve en el interior de una bobina cilíndrica de hilo de cobre provoca la aparición, en la espiral cúprica, de un flujo de corriente de electrones.
Así que el Ayuntamiento de la localidad ha instalado, en una céntrica calle, baldosas que oscilan al paso de los viandantes. Ese movimiento hace que un imán se desplace en el centro de una bobina, y genera electricidad. La corriente se traslada a una batería conectada a la farola. El peatón ha conseguido, de esta manera, alimentar la lámpara más cercana.
El baile hace la música
La idea no es nueva. Ya se puso en marcha en 2006 en Rotterdam, Holanda, por iniciativa de la empresa Sustainable Dance Floor, que decoró el suelo de una discoteca con baldosines oscilantes que generaban electricidad cuando los jóvenes bailaban sobre ellos. La energía que creaban era la suficiente para mantener encendidas las luces y la música de la sala.
"Nuestro proyecto combina la idea neerlandesa con la investigación de varias universidades anglosajonas para crear una tecnología más sensible a las microvibraciones", explica Marciel, "de forma que genere electricidad con la inercia de los peatones, sin que tengan que saltar como canguros". Una sola persona genera, en ocho metros de desplazamiento, entre 50 y 60 vatios, electricidad suficiente para alumbrar una farola.
Tres planes energéticos
El empleo de esa energía puede seguir varias estrategias. En primer lugar, la electricidad producida de día podría almacenarse y emplearse en el alumbrado nocturno. Para Marciel, "el problema es el depósito, porque harían falta baterías enormes para acumular tanta electricidad".
Otra opción es seguir el ejemplo de la energía fotovoltaica y trasladar la electricidad producida a las centrales de EDF (Électricité De France, la principal compañía eléctrica gala). El Ayuntamiento de Toulouse ve en esta opción cierta ambigüedad jurídica porque, ¿quién es el propietario de esa electricidad?
Parece probable que el consistorio se decante por la vía más directa: "Sólo se activaría el sistema por la noche, y la energía de cada peatón se consumiría de forma casi simultánea". Esta alternativa complementa, además, otro sistema de ahorro de energía que practica Toulouse desde el año pasado. Las farolas llevan instalado un detector de calor y gradúan la intensidad lumínica en función de la presencia de peatones. Cada punto de luz utiliza 30 vatios de continuo y 30 que dependen de si alguien ha llegado a ese punto.
La diferencia de este detector con otros modelos de radar radica, según el responsable de iluminación tolosano, en que "el radar detecta el movimiento tanto de los coches como de los peatones en la calzada, mientras que nuestro sistema sólo reacciona al calor humano".
Las farolas incorporan en Toulouse, además, una pequeña placa solar, que permite un complemento eléctrico a las fuentes de alimentación tradicionales.
Proyectos no exentos de problemas
El coste de esta tecnología es elevado, sobre todo si se piensa en adaptar ciudades enteras al nuevo modelo energético. "No valía lo mismo un móvil hace cinco años que hoy", argumenta el ideólogo del proyecto tolosano, "la tecnología se abarata, así que el coste dejará de ser un problema".
Las ideas de Marcel no han dejado indiferente a nadie, e incluso ha encontrado opositores que alegan razones éticas para que el proyecto de las baldosas productoras de energía se quede en eso, un proyecto. "Hay personas que piensan que se les va a utilizar como generadores, algo así como a los remeros de las antiguas galeras", lamenta.
Hace algún tiempo, ya se planteó en la localidad gala la posibilidad de crear energía a partir del giro de las ruedas de las numerosas bicicletas que circulan por la ciudad. "Se quedó en simple proyecto porque no resolvimos la cuestión del almacenaje, primero en la bici y luego en la central eléctrica", explica el responsable de iluminación.
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