El modelo de la mujer flaca y sin curvas, estilo Kate Moss, no es más que un fenómeno cultural propio del occidente contemporáneo. En realidad, a los machos homínidos, con pocas preferencias sexuales y con el único objetivo de perpetuar nuestro linaje con crías que prolonguen nuestra existencia nos gusta la mujer que garantice eficacia reproductiva; algo que precisamente no ocurre con las europeas escuálidas.
De hecho, el Dr. Steven Platek del Georgia Gwinnett College ha confirmado que en el fondo, más allá de todas las preferencias que podamos mostrar los hombres contemporáneos, siempre reina en el fondo de nuestro apetito sexual un gusto por las mujeres con curvas marcadas.
Platek realizó resonancias en los cerebros de algunos adolescentes de 14 años, a quienes les mostró imágenes de antes/después de mujeres desnudas que se habían hecho cirugías plásticas para tener más grasa en sus cinturas y trasero. El peso de las mujeres no había sido modificado tras la cirugía, sino que simplemente redistribuido.
Al observar estas fotografías, los cerebros de los chicos (que a esa edad le dan hasta a las paredes) mostraron actividad en las ‘regiones de recompensa‘, regiones asociadas al efecto de las drogas o del alcohol.
“La mujer caucásica, occidental, ha sido de alguna manera embaucada al pensar que a los hombres les gustan las chicas muy flacas y abandonadas estilo Kate Moss. Las curvas son la mejor carta. Valen su peso reproductivo en oro”.“La mujer caucásica, occidental, ha sido de alguna manera embaucada al pensar que a los hombres les gustan las chicas muy flacas y abandonadas estilo Kate Moss. Las curvas son la mejor carta. Valen su peso reproductivo en oro”.
Por supuesto que no vas a emborracharte al mirar fotografías de Beyonce. Sin embargo, la investigación vale en términos antropológicos para que no olvidemos que en definitiva somos humanos, y que nuestras preferencias occidentales se alejan bastante de la realidad. De hecho, comunmente son forzadas, inefectivas y bastante desviadas de nuestra naturaleza. Los occidentales somos unos más del montón de la humanidad; un grupo bastante equivocado, además.
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