"No queremos nada para nosotros que no cuente con nosotros. No queremos donaciones". Kagiso Chikane, del Meraka Institute, es contundente. La tecnología africana se reivindica y no se queda a la espera de la ayuda que pueda llegar por parte de los países desarrollados, tal y como expresaron los participantes el III Encuentro Internacional de TIC (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) en Cooperación al Desarrollo, celebrado recientemente en Gijón.
El Meraka Institute es el artífice de muchos de los proyectos que están cambiando el rumbo de Suráfrica. Chikane, que subraya la necesidad de la cooperación de las políticas de Gobierno, es una fiel defensora de la inclusión de la sociedad en la vida económica a través de las nuevas tecnologías. "En África", explica, "hay mucha gente que no ha visto un ordenador en su vida y, con suerte, en las escuelas hay uno o dos ordenadores, como mucho", explica. "Y hay que estar vigilando para que no se destruya", añade.
Pero la influencia de las nuevas tecnologías, en general, e Internet en particular, es cada vez mayor en todos los países del mundo. Un estudio del BBC World Service, realizado en 26 países y presentado ayer, asegura que cuatro de cada cinco adultos (79%) consideran que el acceso a Internet es un derecho fundamental. Y de los que no lo usan, más del 70% creen que deberían tener acceso a la Red.
Pero hablar de Internet en África es hablar del teléfono móvil. Daniel Annrose, presidente de la proveedora africana de servicios móviles Manobi Corp, aseguró en Gijón que, para el año que viene, más de la mitad de los 950 millones de personas que viven en África utilizará los teléfonos móviles y, según el Banco Mundial, el 70% de ellos lo hará en entornos rurales. Para Chikane, hoy por hoy, "el móvil en África es el ordenador".
Bajo estas premisas se ha desarrollado el proyecto Digital Doorway (Portal Digital, en inglés), dirigido a impulsar el alfabetismo informático a las áreas rurales y más desfavorecidas. La idea es dotarlas, para ello, de equipamiento de acceso a Internet. Para los casos en los que no hay suministro eléctrico o una caseta adecuada para la instalación de los terminales, se ha creado una unidad autónoma, cuyo techo está cubierto de paneles solares que garantizan la carga de las baterías para que puedan funcionar los tres terminales que hay en su interior.
Todos los equipos utilizan el sistema operativo Xubuntu Linux, una distribución de software abierto (aquel que puede ser desarrollado, modificado y distribuido libremente). El software libre es, de hecho, una norma en todos los proyectos desarrollados por el Meraka Institute. Chikane sostiene que ello responde a su "filosofía low cost. Además, este tipo de tecnología aporta un valor específico, con estándares abiertos que nos han permitido una mayor personalización de las aplicaciones para cubrir nuestras necesidades", añade.
Los asistentes al encuentro de Gijón mostraron ejemplos concretos de cómo el uso intensivo de las nuevas tecnologías está ayudando ya a mejorar la calidad de vida de ciudadanos africanos. Daniel Annrose contó la experiencia de Modou Seck, un granjero senegalés que, cuando negociaba el precio de sus productos con el intermediario, "tenía que confiar en los datos que este le comunicaba". Ahora, en cambio, Seck es capaz de consultar previamente los precios a través del móvil, y puede acordar así una cifra más justa con el intermediario. Desde que se inició el proyecto, sus ingresos se han duplicado, asegura Annrose.
Un testimonio
Los emprendedores africanos, en todo caso, no sólo aspiran a mejorar la vida de sus conciudadanos, sino que intentan, también, exportar su tecnología al mundo desarrollado. Una de las ideas que ya ha triunfado se llama Ushahidi -testimonio en swahili-, un proyecto de software libre desarrollado conjuntamente desde Kenia, Ghana, Suráfrica, Malawi, Holanda y Estados Unidos. Esta plataforma permite que cualquier ciudadano armado con un móvil pueda distribuir datos a través de SMS, correo electrónico o la web, y visualizarlos en un mapa o en un cronograma. El proyecto se creó a principios de 2008, tras la violencia generada después de las elecciones de Kenia, y ya entonces contó con 45.000 usuarios. Pronto se comprobó su efectividad en situaciones de crisis, hasta el punto de que ha sido una herramienta de vital importancia tras los terremotos de Haití y ahora en Chile, tan sólo un par de horas después de los seísmos.
Ory Okolloh, la principal impulsora de este proyecto, explica cómo, en ambas situaciones, los mapas interactivos creados por voluntarios y civiles a través de SMS ayudaron a salvar vidas humanas. "Ushahidi ha tenido un impacto importante en Haití y, por ejemplo, los guardacostas estadounidenses nos dijeron que gracias a nuestro mapa pudieron encontrar a muchas de las víctimas", explica.
Otras aplicaciones que ya ha tenido esta plataforma son la localización de ataques xenófobos en Suráfrica, la monitorización de las elecciones generales de India en 2009 o el seguimiento de la fauna en Kenia. En ocasiones, la transferencia de país en desarrollo a país desarrollado se hace aún más patente, como sucede con la utilización de la plataforma Ushahidi para vigilar los crímenes en el metro de Atlanta (EEUU). Juliana Rotich, otra de las promotoras de este proyecto, señala: "Este tipo de cosas sólo sucede cuando dejas el código abierto, y es algo fantástico".
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