6 abr 2010

Antártida, el sensor del planeta


Situada en el extremo sur del planeta, inhóspita y deshabitada, la Antártida encierra muchas de las claves de la vida en la Tierra. Las perturbaciones en este continente, como el deshielo o el aumento de temperaturas, pueden mediante un proceso de amplificación generar un efecto considerablemente grande a escala global. "El aleteo de una mariposa en el océano Antártico acaba desatando una tormenta en Nueva York" podría ser otra versión de la famosa frase.

El agua de los océanos está en continuo movimiento, circula lentamente alrededor del globo empujada por la fuerza de la gran corriente oceánica (denominada también termohalina) que tarda entre dos y tres siglos en cerrar un ciclo. Este fenómeno se produce por la diferencia de temperatura y salinidad del agua y es una pieza clave en la redistribución del calor y frío por toda la Tierra.

El clima está interconectado y los estudios científicos lo avalan cada vez con más contundencia. Si lo que ocurre en un punto del planeta afecta a la totalidad, parece ser que los fenómenos que se producen en los polos tienen todavía mayores repercusiones. Y en este sentido, los movimientos de las masas de agua en el océano Austral son muy importantes porque es, precisamente en este lugar (junto con el Ártico), donde se produce la formación de agua profunda.

"Este fenómeno consiste en que el agua superficial al enfriarse rápidamente, se hace más densa que la que tiene debajo y por lo tanto se hunde, pasando a ocupar lentamente las partes más profundas de todos los mares del planeta, explica Damià Gomis, profesor del departamento de Física de la UIB e investigador del IMEDEA, y esto tiene lugar en los polos, sobre todo en el Ártico. Es la forma que tiene el océano de ventilarse. Las aguas pobres en oxígeno pasan a superficie, toman este elemento de la atmósfera y se hunden. Si no existiera este fenómeno las aguas difícilmente se renovarían".

La gran pregunta es ¿continuará hundiéndose el agua en los polos? Gomis, añade, que si se altera el hielo, el trasvase de oxígeno también se verá afectado.

La duda es si el cambio climático podrá paralizar la circulación termohalina que, de interrumpirse, cambiaría el clima de la Tierra, redistribuyendo las temperaturas de manera muy diferente a como las conocemos en la actualidad. "Si la atmósfera se calienta no se enfriará la capa superficial del océano y el hielo se fundirá más rápido, lo que implica agua más dulce. Mayor temperatura y menor salinidad dificulta que se formen aguas profundas".

El calentamiento del océano Austral podría afectar a la Antártida de diferentes formas; una de ellas podría ser un cambio en el régimen de las corrientes marinas. El otro es la subida del nivel del mar, como consecuencia tanto de la fusión de los hielos continentales como de la dilatación del agua que se expande al estar más caliente. "El promedio mundial es de 1, 5 milímetros al año, comenta Gomis, y esto está contrastado desde los años 60, en que comenzaron a realizarse las mediciones".

Actualmente, una de las líneas de investigación que Gomis dirige en el IMEDEA está relacionada con aspectos específicos de las dinámicas del océano Antártico, en concreto, los intercambios de agua entre las plataformas continentales Antárticas y el mar abierto.

Este proyecto, denominado ESASSI, (Estudio sinóptico sobre las interacciones Plataforma-Talud en el Mar de Escocia), financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia, tiene por objeto estudiar la circulación marina en el talud austral y su influencia en los océanos, analizando el intercambio de masas de agua que se produce entre la plataforma continental y el mar abierto.

Se centra en el talud continental situado al Sur del Mar de Escocia, que separa a éste del de Weddell, una zona que se caracteriza por un sistema complejo en el que confluyen dos corrientes en sentido contrario.

Este proyecto está enmarcado en otro mayor, de ámbito internacional, en el que participan 12 países y busca realizar el primer muestreo simultáneo de las plataformas antárticas más relevantes. Fue uno de los proyectos estrella del Año Polar Internacional y comenzó en 2008 a bordo del Hespérides, año en el que se realizó la primera campaña oceanográfica de recogida de muestras.

El estudio ha continuado en expediciones posteriores, actualmente, se está llevando a cabo ESASSI (Recuperación de fondeos), del que se encarga la investigadora del IMEDEA Maria del Mar Flexas, y que consiste en recoger los instrumentos de medición que fueron colocados hace un año en la zona del frente de talud, en el Mar de Escocia, para obtener indicadores de corriente, temperatura y salinidad que permitan tener una visión completa de todo el ciclo estacional de las corrientes marinas.

El Océano Antártico se extiende desde el talud continental Antártico hasta la corriente circumpolar antártica. Entre los 50º y 60º Sur, esta masa de agua fluye desde el Oeste al Este alrededor de la Antártida, conectando todos los océanos del planeta. Cerca del talud Antártico, hay otra característica clave: la llamada ladera frontal con su corriente asociada, que circula justo en sentido contrario rodeando casi todo el continente, excepto la parte occidental de la península Antártica. Es mucho menos intensa que la anterior, pero tiene también un papel importante en la exportación de aguas ventiladas (ricas en oxígeno).

Según Gomis, la zona estudiada por los investigadores del IMEDEA la confluencia del mar de Weddell y de Escocia es de lo más compleja y presenta numerosas dificultades. Además de fosas, está formada por canales no muy profundos que son de gran interés porque transportan agua rica en oxígeno a gran velocidad que, en pocos meses, acaba en el océano Atlántico. Los datos que obtengan ayudarán a desvelar la forma en que la interacción de las masas de agua con la batimetría de la zona afecta a la ventilación del Océano Austral y su contribución a la renovación de las aguas del planeta.





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